Al
ministro Soria le gusta ponerse serio. Se conoce que lo hace por
nuestro bien. A todo esto yo no sé si lo hace, o si consiente que lo
hagan, o si le mandan que lo haga.
Lo
que no está nada claro es el asunto de la luz, un bien de
primerísima necesidad. Sin embargo, parece ser una trampa. Pero el
ministro pone cara de estar compungido. O casi. No cabe duda de que
es un ministro serio.
Alguna
operadora de telefonía me llama por teléfono de vez en cuando para
tomarme el pelo, pero si el serio ministro Soria consiente eso será
porque piensa que es por mi bien. Mi tiempo, que es tiempo de vida,
es propiedad de las operadoras de telefonía. Sin duda que el serio
ministro Soria piensa que mi calidad de vida mejora si alguna
operadora de telefonía intenta tomarme el pelo de vez en cuando.
Hasta
hace poco, alguien que apagara la luz, o desenchufara la nevera si la
tenía vacía, o no pusiera el lavavajillas hasta que no estuviera
lleno del todo ahorraba dinero. Eso ya no es así, ahora quien apague
la luz puede que pague más.
Quienes
decidieron invertir en los huertos solares han perdido su dinero,
pero han aprendido una lección que no se paga con dinero: no se
puede confiar en los gobiernos de Rajoy o Zapatero.
Hoy
he pasado por delante de la Casa de la Caridad, a donde va tanta
gente a comer, y es cuando he comprendido que a los miembros de los
consejos de administración de las compañías eléctricas, en los que
a lo mejor hay algunos expolíticos, les paguen más. Es que a lo
mejor tienen hambre.
Hay
que resolver lo del hambre en el mundo, claro. Subirles los salarios
a esos es un paso. El ministro Soria tiene motivos para ponerse
serio.
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