Si
tiene tiempo y ganas, claro, porque a la vista del historial de la
tal Queen se puede aventurar, casi sin margen de error, que, por muy
Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra que sea, le tiene
destinado un puesto en las calderas de Pedro Botero.
Dicho
en otras palabras: se le puede pedir eso a Dios, pero hay que tener
en cuenta que a lo mejor no hace caso y opta por dejarla como está.
La
cuestión es que me he enterado por Carlos Pajuelo, ahí, en su blog
de Las Provincias, de que el Rey de España fue a protestarle por la
visita de su hijo a Gibraltar, o a sus aguas, y Su Graciosa Majestad
le respondió, con la gracia que le caracteriza, “they are my son,
my boat and my rock”. Ya se ve por dónde se pasa la Queen las
normas de cortesía, las resoluciones de la ONU y el sentido común.
Lo
que resulta inexplicable es que este Rey de España, que tanto don de
gentes tiene y tan viajado está, y que, además, sabe de sobra lo
“fina” que es esta dama, se le haya quejado de nada. ¿Qué
esperaba que le dijera?
Lo
de esta reina es como si al narco Escobar, en sus tiempos de
esplendor, le hubiera ido un policía a decirle que estaba detenido,
éste se le hubiera quedado mirando a los ojos y se hubiera rascado.
Eso es exactamente lo de la tal reina, cuya vida guarde Dios muchos
años, para bien de los ingleses. Ellos no se merecen nada mejor y
Pedro Botero puede esperar.
El
Rey de España, Juan Carlos I, que tiene mejor puntería que la reina
de los ingleses, tenía a mano un modelo de carta que, con las
convenientes adaptaciones, podría haberle servido. Se trata de
aquella con la que Boadella contestó a quien le había otorgado el
premio boira y que contiene el uso adecuado de la palabra
“concretamente”.
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