Como
suele ocurrir, aunque los británicos sean maestros en disfrazar las
cosas para que parezcan de otra manera.
Ese
tipo, Cameron, está azuzando el nacionalismo de sus compatriotas con
el asunto de los controles fronterizos, como si España los estuviera
atacando. Ya se sabe que el patriotismo es el último refugio del
bribón. Calla que la provocación proviene de Gibraltar. Y omite
decir también que Gibraltar es un emporio del vicio. De todo tipo de
vicio.
Este
Cameron, que tiene aspecto de ir mucho a misa, o lo que haga la
Iglesia de Inglaterra, pretende también comparar en los foros
internacionales a Gibraltar con Ceuta y Melilla. Descarado que es el
tipo. Jugará con fuego con los países árabes. No le importará
darle alas al rey de Marruecos y apoyarle en sus abusos contra los
sarahauis si ello le sirve para ganar algo. Es “creyente” y quizá
alardee de ello, mientras perpetra sus canalladas.
Que
compare las resoluciones de la ONU sobre Gibraltar, con las de Ceuta
y Melilla. Que estudie la historia de las tres ciudades, cosa que se
puede aventurar que no hará, sencillamente porque no le conviene.
Conviene
recordar que en la ONU Gran Bretaña tiene más peso que España. Le
resulta mucho más fácil recabar apoyos. Pero la cuestión de
Gibraltar es tan clara que el organismo tuvo que fallar en favor de
la descolonización.
Cabe
hacer notar también que para los ingleses, con su dichosa majestad a
la cabeza, las resoluciones de la ONU son sagradas cuando les
convienen. El de Gibraltar no es el caso. Por cuyo motivo, lo que
hizo la reina del Imperio Británico con el papel que le debió de
enviar la el citado organismo, que fue creado con fines supuestamente
nobles, se puede adivinar.
Con
respecto a España, dialogar sobre este asunto con el gobierno inglés
supone perder el tiempo y algo más. Siempre algo más.
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