Es
decir, lo mismo da que se llame Picardo que Nastardo, lo que importa
es la cantidad de serrín que llena sus oquedades craneanas. Y la
calidad de ese serrín, claro.
O
sea que la ilegal situación de Gibraltar es posible por la presencia
de la Armada Británica, más el apoyo decidido de la U.S. Navy, y al
pardal de marras no se le ocurre más que mentar a Franco.
Quizá
sea porque durante ese tiempo, si no recuerdo mal, Gibraltar no pudo
añadir ninguna ilegalidad a las que ya disfrutaba. Ha sido luego,
tras la muerte del dictador, cuando los rapaces gibraltareños han
ido sumando injuria sobre injuria, aprovechándose de la bisoñez de
los nuevos demócratas españoles.
Desde
de la muerte de Franco, en Gibraltar se cometen todo tipo de pecados.
Tanto es así que al anunciar Margallo que va a hacer cumplir la ley,
en la medida de sus posibilidades, claro, el tal Picardo ya está
amenazando con represaliar a los españoles. Si le hablan de la ley,
responde con la fuerza, y luego tilda de dictadores a los demás.
Dicen que el burro es un animal en peligro de extinción. Serán
ciertas variedades de burro.
En
Gibraltar se peca masivamente, no hay pecado que no se dé en esa
anacrónica colonia, vergüenza del Reino Unido. Y mientras se peca
ahí, la gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra, reza.
Porque se supone que ese cargo conllevará la obligación de rezar.
Aunque a lo mejor reza para que se siga pecando en Gibraltar, no
importa que ello conlleve mucha ignominia si es rentable.
Lo
que saben hacer bien los británicos es sacarle rentabilidad a todo.
Incluso muchos de ellos han venido de vacaciones a España a operarse
a costa de los contribuyentes españoles. Esperemos que eso se haya
terminado.
De
momento, la gobernadora sigue rezando, o haciendo lo que le venga en
gana, y los españoles echando mano de la paciencia, porque no les
queda otro remedio. Picardo a lo suyo.
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