La
patronal alemana propone que Grecia venda su patrimonio nacional.
Esto reviste una extrema gravedad. Viene a demostrar que la citada
patronal está pez en lo que se refiere a la Unión Europea.
Y
eso significa también que Merkel, que dirige con puño de hierro los
destinos europeos, no se preocupa por explicar en su país en que
consiste este proyecto. Y es que probablemente ni ella misma lo sabe.
La situación necesitaría de alguien que supiera interpretar la
realidad, como fue el caso de Churchill, y actuar en consecuencia,
sabiendo cómo hacer para que los demás siguieran sus pasos. Y en
lugar de un Churchill tenemos una Merkel, que viene a ser algo así
como un Cameron, un Zapatero, un Rajoy, un Sarkozy, un Hollande. Y
menos mal que no está Strauss-Kahn gobernando a los franchutes. Dice
Hollande que va a castigar a los que han gaseado a inocentes. Pero
los inocentes del Sahara le importan un bledo.
Esta
patronal alemana no sabe que una nación, Grecia por ejemplo, no es
una empresa. No es una fábrica de cerveza, pongamos por caso. No se
puede regir con los mismos criterios que una sociedad anónima,
aunque en algunos puntos sí es conveniente.
Los
problemas actuales de Grecia surgieron dentro de la Unión Europea y
sin embargo se le exige que los resuelva a solas. Si no hubiera
pertenecido a la Unión Europea las cosas hubieran sucedido de otro
modo.
La
cuestión es la siguiente: La Unión Europea es una necesidad y lo
prueba el hecho de que se hace con poca gana. Puesto que es una
necesidad hay que plantearse las cosas así y, guste más o guste
menos, dotarla de seriedad y explicar que los nacionalismos, en esta
hora del planeta, sobran. A Merkel sólo la votan los alemanes, pero
sus decisiones influyen en todos los demás países miembros. Es hora
de elegir, mediante sufragio universal, al gobierno de la Unión
Europea.
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