Son muchos los que dan por hecho que
estos dos partidos son dos caras de la misma moneda, lo cual ni
siquiera es una aproximación a la verdad. Para empezar, nadie se
imagina a Espinosa de los Monteros en el papel de macarra, insidioso,
maleducado y bravucón.
Podemos es un partido de extrema
izquierda. Lo suyo es comunismo del peor. Boliviarano, sin clase, ni
estilo.
Vox no es de extrema derecha, aunque a la
mayoría le interese, por diferentes motivos, clasificarlo así. Es
un partido nacionalista, aunque ese nacionalismo podría ser más
estratégico que real, un modo de diferenciarse del PP, o la
ocupación de un espacio vacío hasta momento.
La mayoría de los componentes de Podemos
no ha cotizado jamás, o lo ha hecho muy poco. Tiene la política
como modo de vida. Su aversión a la verdad es palpable. Se las
inventa y si la pillan mintiendo la dice más gorda. En sus
intervenciones parlamentarias siempre hay desconocimiento, malos
modos y provocación.
Los componentes de Vox son profesionales
de prestigio, acostumbrados a cotizar desde siempre y no necesitan la
política para vivir. En sus intervenciones muestran capacidad
oratoria, conocimiento de causa y respeto a la Cámara y a quienes
representa. Algunos de los diputados de Vox son abogados de prestigio
y presumiblemente formarán parte de la acusación cuando se diriman
ante los tribunales de justicia los presuntos delitos que está
cometiendo este gobierno, cuyo empeño cada vez está más claro que
consiste en llevarnos a la ruina. Solo hay un modo de evitar que este
gobierno comparezca ante los jueces y consiste en instaurar la
dictadura.
Otra diferencia es que mientras Podemos
no respeta la Constitución, ni la Corona, ni tampoco la
independencia judicial, o de los medios, Vox muestra un escrupuloso
respeto a los españoles, incluidos los que votan a Podemos, a la
Corona y a todas las instituciones del Estado.
Unos tienen unos modales exquisitos y
otros son barriobajeros y pendencieros.
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