miércoles, 27 de mayo de 2020

Lo de parar al fascismo


Hay mucha gente que se sirve de ciertos sin tener ni idea de ellos; también es cierto que no les importa su ignorancia: ven un salto de agua y en lugar de llamarlo catarata, le dicen silla. Y ya para siempre.
El ejemplo antedicho sirve para quienes siempre tienen los términos franquismo y franquista en la boca. Franco no era franquista. Cuando se dio cuenta de que la suya tenía unas consecuencias nefastas, sobre todo en el orden económico, prescindió de toda ideología. No tenía más pretensión que morir de muerte natural. Este detalle ya impide que se le pueda equiparar con Hitler y Mussolini. Por otro lado, como explicó hace poco Ramón Tamames y consta en los libros de muchos historiadores, Franco se unió a la guerra cuando ésta ya era inevitable. Hubo algún movimiento franquista en su tiempo, pero jamás contó con el apoyo de Franco, sino todo lo contrario, porque lo encorsetaba, le ponía límites. Posteriormente, el entonces Rey entregó el poder a los partidos políticos, para que se lo devolvieran a su legítimo dueño, el pueblo, pero se lo quedaron ellos. En cualquier caso, de aquel Régimen ya no queda nada.
Con respecto al fascismo se puede decir lo mismo. Según acertada definición Félix de Azúa, el fascismo de hoy es la dictadura de lo políticamente correcto. Fascistas son aquellos que pretenden impedir a otros que piensen por su cuenta y decidan según su libre albedrío. Fascistas son quienes no respetan a los que piensan de otro modo, a los que no comulgan con ruedas de molino. Fascistas son los que organizan escraches a los demás, pero lloran si se lo hacen a ellos.
Fascistas son los que pretenden que el Ejecutivo someta al Legislativo y al Judicial. Fascista es el actual gobierno de España, por más que les pese a los sectarios a la vez que masoquistas que lo toleran.

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