Si el gobierno hubiera tomado las medidas
adecuadas desde el principio, es decir, hubiera efectuado test
masivos, prohibido las manifestaciones y concentraciones humanas, y
hubiera utilizado la televisión para enseñar a la gente a
defenderse del virus chino, no habría habido excusa para parar la
economía, ni se hubieran producido tantas muertes, ni ni habría
fallecido nadie de forma tan cruel como ha ocurrido en muchos casos.
Al haberlo hecho todo mal, por egoísmo
en unos y por perversidad en otros, el gobierno ha podido dotarse de
unos poderes extraordinarios, mediante los cuales sigue haciendo el
mal, practica la política de tierra quemada para el que venga
detrás, lo cual debe de generarles mucho gozo a los componentes de
este gobierno inmisericorde.
Juaristi, de cuya finura intelectual no
puede dudar nadie, explicó su último dominical que Napoleón y
Franco fueron déspotas, pero no arbitrarios. De donde se desprende
que los gobernantes de Cuba, Venezuela, Corea del Norte y España son
déspotas y arbitrarios. En lo que respecta a España, vamos
comprobando día a día esa realidad. Últimamente, en el intento
descarado de hundir la economía de Madrid, al impedir que los
comerciantes madrileños puedan reabrir sus negocio. Y en la cara
dura de anunciar, con dinero público, que protegen a los madrileños,
mientras su presidenta los quiere perjudicar, lo cual es
absolutamente falso, pero el hecho que lo sea no impedirá que
prosigan con su maldad.
Este gobierno miserable no ha hecho nada
por la salud de los madrileños, puesto que con tal de llevar a cabo
la manifestación del 8 de marzo, permitió que los vagones del metro
y los autobuses circularan repletos de gente durante varias semanas.
Cuando el gobierno autonómico de Madrid llevó a cabo la memorable
hazaña de construir un megahospital en dos días, o acaso tres, no
recibió ninguna ayuda, ni felicitación del gobierno traidor que
tenemos.
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