Los componentes de la pareja tóxica,
según definición de Rosa Díez, tienen toda la traza de ser
psicópatas. Sería una sorpresa que se les hiciera el test de Robert
Hare y resultara negativo. Si se dispusieran a hacérselo y antes de
ello se admitieran apuestas, la mayoría de la gente votaría por el
resultado positivo.
En estas condiciones, que Inés Arrimadas
dijera en el Congreso que votaba que sí para salvar vidas es como si
hubiera apoyado a Herodes para salvar niños. Este gobierno es uno de
los que peores resultados presenta en todo el mundo en cualquiera de
los aspectos de su gestión y, especialmente, en lo que respecta a la
lucha contra el virus chino.
Lo que hay que hacer para salvar vidas es
echar a este gobierno lo antes que se pueda. La pareja tóxica parece
decidida a hacer todo el mal que pueda y encima echar las culpas a
otros. Tenemos, seguramente, el gobierno con más ministros de todos
los tiempos, y entre todos ellos no pueden aportar ni un solo gramo
de decencia. Si las barbaridades que sueltan los ministros salieran
de la boca de alguien del PP, el panfleto de Soledad habría
aprovechado para ponerlos de vuelta y media en la portada durante
varios días seguidos.
Arrimadas presiente el final de
Ciudadanos después de que en algún momento este partido soñara con
la posibilidad de ocupar el lugar del PP. Pero a Riverita le pudo la
impaciencia y cometió algún error táctico y se le escapó la
posibilidad.
Ciudadanos venía de la izquierda
moderada, luego recibió un aluvión de votantes del PP, que
sufrieron espejismos, y el partido derivó hacia la derecha moderada,
pero ahora este camino ha quedado cegado y Arrimadas ha querido
volver a toda prisa a la izquierda, quizá porque presiente su final
como inminente y quiere evitarlo. Lo que ha hecho, seguramente, es
acelerarlo.
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