El PSOE es un partido hecho por Felipe
González, otrora conocido por los suyos como dios, a su imagen y
semejanza. Y así ha salido.
En aquel tiempo había muchos socialistas
con más solvencia moral y ética que el entonces Secretario General,
pero éste, en su soberbia estúpida, no concebía que pudiera haber
nadie mejor que él. En la actualidad, observa horrorizado los frutos
de su obra. Dice que quiere salvar a España, y hace planes en este
sentido, pero de ellos se deduce que lo que pretende evitar es el
derrumbe del PSOE, porque lo que propone no es, ni de lejos, lo mejor
para España. Su suerte es que no tiene competencia en la izquierda,
porque tanto Podemos como IU han demostrado su inutilidad. Otra cosa
es que luego pueda pasarse veinte años o más en la oposición, lo
cuál tampoco sería bueno para España.
Que en el PSOE hay mar de fondo se
deduce. En un partido tan grande es preciso que haya gente de valía
y ésta no puede estar conforme con las maneras y las acciones de
Sánchez. Este descontento ha sido manifestado ya por socialistas
antiguos que tuvieron mucho peso en el partido, aunque hoy están
lejos de las áreas de decisión. Pero también se llega fácilmente
a la conclusión de que los ministros que han sido chuleados,
pisoteados e insultados por Iglesias a través de Sánchez tienen que
estar muy disgustados, y los demás también, porque saben que les
ocurriría lo mismo.
Todo
ese malestar que se supone, o que se conoce, porque trasciende en
conversaciones privadas ha
venido a hacerse visible en Lambán, que es el primero de
los socialistas que tienen un cargo público que le ha llevado la
contraria. Con
Sánchez, que quizá sea psicópata, esto podría pagarlo caro, pero
seguramente el dirigente aragonés se ha dado cuenta de que está en
situación de extrema debilidad. Es posible que pronto le vuelva la
espalda hasta Tezanos.
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