Sin el PNV, ETA no habría podido existir
o, en cualquier caso, no habría durado mucho. Eso lo comprende todo
el mundo y, sobre todo, los afiliados y votantes de este partido.
Tampoco me extrañaría que el fundador de la banda hubiera sido
Arzalluz, aunque supongo que eso, de ser cierto, no se pueda probar
nunca.
El PNV proporcionaba, con sus programas,
con sus discursos y mítines, coartadas a la banda terrorista. Por
otro lado, los atentados de ETA servían al PNV para imponer su
ideología entre la población.
Al calor de la banda surgieron otros
partidos, menos jesuíticos, más rústicos, que no disimulan su
simpatía hacia los terroristas, que en la actualidad le disputan la
hegemonía al PNV.
La Constitución facilita este estado de
cosas, puesto que les concedió ventajas a los nacionalistas, cuando
eran muy pocos, y dice que las penas de cárcel han de estar
orientadas a la reinserción, sin tener en cuenta que para esto hay
que contar con la voluntad de los interesados, que en el caso de los
etarras suele ser inexistente. Con la cadena perpetua y los
nacionalistas sin las ventajas electorales que se les dieron, nos
habríamos ahorrado muchas muertes y muchos problemas.
Ahora piden que se indulte o amnistíe al
cobarde asesino de Tomás Caballero, que además está en huelga de
hambre, o sea, que nada de arrepentimiento. Precisamente, cuando se
cumplía el aniversario del asesinato Carlos García Adanero tuvo
unas palabras de recuerdo para su compañero de partido, y a Carmen
Calvo se le escapó una risa. Si ese es el nivel moral, y en el
gobierno los hay que lo tienen todavía más bajo, no debe extrañar
que la chusma embrutecida moralmente a lo largo de unos cuantos
decenios por el nacionalismo y el terrorismo, saque a relucir toda la
putrefacción acumulada.
Costará
mucho trabajo hacer volver el nivel ético medio del pueblo vasco a
cotas
decentes.
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