Hizo notar en una entrevista Andrés Trapiello que Rosa Díez había pasado de ser la política mejor valorada de España a que la mayoría de los columnistas la criticaran por su autoritarismo. Y eso, añado yo, que el de los demás líderes, comenzando por Riverita, del que todos comenzaron a escribir bien, era mucho mayor.
Decíamos ayer que Adolfo Suárez convirtió en democracia una dictadura. Lo hizo soportando a cuerpo los embates de los generales, los grandes empresarios y la izquierda, con graves consecuencias para su salud y la de sus familiares.
Convertida España en democracia, el protagonismo fue para Felipe González.
Adolfo Suárez era un demócrata que perdió la salud y se jugó la vida por la democracia, pero era visto como dictador. Nunca hemos gozado de tanta libertad como en su tiempo, pero la prensa, mayoritariamente, se ensañó con él.
Felipe González es un dictador que era visto como demócrata. Los medios, generalmente, fueron muy amables con él y lo presentaron como lo que no ha podido ser nunca.
Ocupó todas las instituciones, en beneficio propio, siguiendo la pauta del franquismo. A través de Polanco tuvo controlados a los intelectuales. Los columnistas que escribían en El País cobraban mucho y los que no lo hacían querían hacerlo, motivo por el cual procuraban que no les pusiera en ninguna lista negra.
O sea, que en aquel tiempo, cuando se establecieron las reglas de juego de la democracia pudieron y debieron haberlo hecho pensando en lo mejor para los ciudadanos. Pero no, lo que les interesó fue su propio bienestar y se procuraron prebendas. Esto ha ido degenerando hasta llegar a Sánchez.
Los medios españoles, como los sindicatos, viven gracias a las subvenciones. Quien paga manda.
Algunos periódicos se han fundado pensando en que recibirían subvenciones.
Esa es la explicación de por qué fue tan fácil en su día acabar con UPyD. Estaba resultando muy molesto por sus intentos de regenerar la democracia.
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