Se producían muchos incendios, pero en Galicia se había conseguido reducirlos al mínimo. Es como Galicia es cuadrada pueden vigilar todo el territorio con helicópteros y eso les permite apagar los fuegos en cuanto se inician. El Reino de Valencia -los catalanistas lo llaman de otra manera- es alargado y saldría muy cara esa vigilancia. No obstante, el gobierno de Zaplana supo encontrar el modo de detectar los incendios en sus inicios, por lo que estos se redujeron en gran medida y en el resto de España ocurrió lo mismo. Se dedicaron medios en todas partes a la prevención.
Llegó Zapatero con su peculiar forma de gobernar, el derrroche por el derroche y viva la Pepa. Una de las ministras, que está como una cabra y casualmente es de Cabra, dijo aquello de «estamos hablando de dinero público y el dinero público no es de nadie».
Zapatero se tuvo que ir, pero el mal ya estaba hecho. Se había gastado todo el dinero que había endeudado a la nación para toda la eternidad.
Para paliar el desaguisado había que tomar medidas drásticas, que en buena lógica deberían haber consistido en el cierre de las televisiones regionales y los criringuitos que no aportan nada a los contribuyentes, que son todos o casi todos. Pero para eso hace falta valor, porque los sindicatos están al servicio de los partidos de izquierda y no de los trabajadores y pueden armar un dos de mayo.
Se optó por cargar el peso en los más indefensos, funcionarios y pensionistas, y se recortaron servicios, entre ellos el de la prevención de incendios.
A esta situación de riesgo hay que añadirle la circunstancia de que el gobierno actual es el más inepto de todos los tiempos. No hay un solo ministro o ministra que sepa hacer algo más que el ridículo.
Se sostiene gracias al apoyo de los partidos antisistema, lo cual deja con las vergüenzas al aire a los votantes socialistas.
La culpa de los incendios que están arrasando con todo es del cambio climático, ha sentenciado el gobierno.
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