lunes, 25 de julio de 2022

Jesús Cacho y el origen de los males

 

Su artículo de ayer, ‘Periodismo, un oficio en cuidados paliativos’ es de los que merecen ser leídos despacio y sin apenas desperdicio. Pero todo lo que cuenta tiene una causa. Las cosas son más o menos como dice, porque no podían ser de otro modo.

Los padres fundadores de Estados Unidos se esmeraron en su afán de procurar el bien a los ciudadanos e intentaron tenerlo todo previsto y estudiado. El mundo de hoy es muy distinto, pero su esfuerzo en beneficio de los ciudadanos es envidiable.

Los padres de la Constitución española, en cambio, embebidos de su importancia histórica, a los últimos que tuvieron en cuenta fue a los ciudadanos. En su anhelo de creerse más demócratas que nadie, lo dejaron todo en el aire.

Los terroristas no paraban de matar y la cadena perpetua habría tenido la virtud de disuadir a muchos. Nos habríamos ahorrado muchos atentados.

La base de la democracia es la justicia y para que la pueda haber ha de ser independiente. Deberían haber dejado las cosas de modo que nunca se les pudiera arrebatar esa independencia a los jueces.

Los sindicatos son indispensables en democracia, pero si se les desactiva con subvenciones y se les utiliza como correas de transmisión de los partidos es como si no existieran.

Las relaciones del poder con los medios de comunicación también debieron ser objeto del interés de los constituyentes, porque si han de callar esto o aquello para no perder la subvención no pueden ejercer su papel de contrapeso.

Todas estas fuerzas vivas dejadas a su aire han dado como resultado la situación descrita.

Las Autonomías han desbocado el gasto, las televisiones no informan, sino que son órganos de propaganda, los jueces tienen miedo porque saben lo que puede pasar, los que acumulan poder se creen impunes.

Esos padres de la Constitución no deberían estar tan satisfechos, sobre todo porque el nivel de los políticos ha bajado tanto que sería imposible hacer algo mejor.


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