Lamento desmentir a quienes lo tienen por listo o maquiavélico, puesto que nada en Sánchez induce a pensar en la inteligencia. No tiene ningún tipo de control sobre las emociones, ni se le atisba otro plan que no sea la satisfacción inmediata de sus caprichos.
Se mantiene como presidente porque toda la gentuza lo necesita para seguir medrando o para mantener sus expectativas. Hasta su otrora rival, Susana Díaz, lo defiende porque cuando caiga él, si cae, su nivel de vida dará un bajón.
Es tan grande su estulticia que incapaz de contener sus arrebatos, este último a causa de que un juez se haya atrevido a admitir a trámite una querella contra Begoña, a consecuencia de lo cual ha hecho una chiquillada con el resultado de que la ha puesto en el centro de la diana de la opinión pública mundial.
La gente se ha entretenido durante sus cinco días de retiro espiritual, vamos a decirlo así, en analizar su carta, y la opinión generalizada es que no sabe escribir. Como diría él, entre otras muchas cosas. Acabado este periodo, ha reaparecido con otro escrito mediante el que pretende asustar, pero la reacción de la mayoría ha sido la risa o la carcajada, mientras que los peores le piden que actúe, o sea, que instaure la dictadura con la que amenaza.
Es capaz de intentarlo, pero hay detalles que inspiran tranquilidad. El primero es su incapacidad. No hay nada que haga bien. El segundo es el Rey, que aguanta firme en su sitio y mientras esté seguiremos en democracia. Y el tercero es Ayuso, que por dónde pasa es aclamada.
De momento tendrá que fastidiarse. Cuando pasee por el mundo con su Begoña no advertirá las miradas de guasa de los mandatarios extranjeros. Si no se da cuenta de que Bolaños, queriendo ayudar, los perjudica, ¿por qué se ha de dar cuenta de eso?
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