El tipo que huyó escondido en el maletero de un coche, después de haber actuado de forma desleal y abusiva con la nación, y tras haber demostrado sobradamente su cobardía y también su perfidia a lo largo del tiempo y cuando todo amenazaba ruina para él se encontró con el regalito de que el PSOE lo necesita para seguir viviendo del cuento, mientras hunde, una vez más, a España en la miseria.
Puigdemont está aprovechando la circunstancia para mostrar su repugnante condición chuleando a Sánchez, al PSOE y a España, sin que ni un solo socialista se haya levantado a protestar. En esas manos estamos.
Los socialistas podrían haber hecho el simulacro de ofenderse, puesto que en ningún caso habrían sido capaces de pasar de ahí, del simulacro, en la absoluta seguridad de que ni Puigdemont ni su partido los habrían dejado caer, por la sencilla razón de que no les conviene, puesto que si el PSOE perdiera el gobierno, el porvenir de los puigdemones sería negro.
El catalanismo no ha dado ni un solo personaje que merezca la pena, y el daño que le ha hecho y le sigue haciendo a España y especialmente al nordeste es inmenso, y pronto seremos testigos del papelón que le va a corresponder al triste Illa, nefasto como ministro y nefasto en todo lo demás.
Puigdemont, al que Sánchez prometió llevar a la cárcel, se está despachando a gusto, vapuleando dialécticamente a todos los socialistas, históricos y actuales.
Y aquí estamos quienes pagamos impuestos, gran parte de ellos destinados a financiar a todos esos sinvergüenzas asistiendo asqueados e impotentes a tan deprimente espectáculo.
Mientras tanto, el propio Illa, malasombra empedernido, se muestra partidario de colaborar activamente con los catalanistas en la destrucción de Cataluña y en la de todo lo demás en donde pueda ejercer influencia.
El peor daño que se puede hacer a una sociedad es la castración intelectual y moral de la juventud.
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