Llevamos una temporada en la que la popularidad de Begoña va en aumento. Desde que su amantísimo esposo la puso en el candelabro, para que todo el mundo esté pendiente de ella, no hay día en que no surja una noticia nueva.
En esta ocasión, porque registró a nombre de una empresa suya una aplicación informática, al parecer, comprada con dinero público.
Así que tanto en el caso de Pedro, como en el de Begoña cabe la siguiente coplilla: «vive de arte y engaño / la mitad del año / y de engaño y arte / la otra parte». Ahí están los dos, con fe ciega en la impunidad. Con el apoyo del PSOE, sin el cual no sería posible.
Eso de Lincoln de que no se puede engañar a todos todo el tiempo, no se lo creen los socialistas. Los que han venido dirigiendo el partido concretamente. Lo suyo es predicar una cosa y hacer la contraria. El PSOE actúa como un ejército disciplinado en el que todos a una siguen un guion. No olvidan poner una nota aparentemente discordante, como la de Page -realmente, habría que escribir paje-, que dice que va a recurrir la ley de amnistía -lo cual debería servir de aviso al PP, para no hacer lo mismo-, sabiendo que en el TC tienen amigos.
Fango, fango, fango… -podrían ponerle música de Encarnita Polo-, gritan esos que se ríen de todos, especialmente de quienes les votan.
Mienten todos a una, repiten, sin que se les caiga la cara de vergüenza, la misma mentira. Fango, fango, fango…, catalogan como bulos las informaciones que se refieren a ellos, mientras le inventan otras a los familiares y allegados a Ayuso, aunque en este caso la broma les sale por un ojo de la cara, como a Filipo II. La presidenta de Madrid no se sofoca, le gusta la fruta, pero no se come los plátanos como las monas.
Fango, fango, fango…, ¡Oh, Begoña!
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