Se cumple el décimo aniversario de su subida al trono y hay que reconocer que ha estado por encima de todos.
Los votantes hemos puesto a España en manos de sus peores enemigos, y luego los hay que pretenden que el Rey nos saque las castañas del fuego, sin tener en cuenta los límites entre los que ha de actuar.
Algunos caraduras se han declarado antimonárquicos, lo que viene a demostrar, una vez más, que no se ha hecho la ley para la boca del asno.
Algunos de esos antimonárquicos de nuevo cuño lo son porque el Rey no hizo más que cumplir con la obligación que tiene marcada. A otros les viene de cuna o casi su animadversión a la Corona. Están incapacitados para el bien. Se les nota en todo, en la manera de hablar, de vestir, en todo. Y esos son los que mandan en España, gracias a los votantes.
Mientras el Rey esté en su sitio, tendremos democracia. De mayor o menor calidad, pero algo de libertad nos quedará. Si no fuera por él ya estaríamos ‘disfrutando’ de una dictadura bananera, de un régimen al estilo del de Maduro.
Tanto odio le tienen, porque se interpone en su camino hacia el totalitarismo, que intentan desacreditarlo por todos los medios. Pero él resiste con una elegancia un virtuosismo que deberían llenarnos de orgullo.
Quisieran que cometiera un desliz, nuestros enemigos, para poderlo destronar, pero él sabe perfectamente como tiene que actuar para mejor defender a los españoles, que es conservando el trono.
Deberíamos ser conscientes de los peligros que nos acechan y darnos cuenta de que quien mejor nos defiende es Felipe VI. Se merece nuestro agradecimiento y necesita nuestro apoyo. Deberíamos dárselo, puesto que somos los beneficiarios de sus esfuerzos.
Los patanes que mandan son deslenguados, maleducados, groseros, impertinentes… El prestigio internacional de España está por los suelos.
Pero tenemos el Rey, elegante, culto, educado...
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