Todos los que se sirven de marcos mentales son unos farsantes. Un marco mental permite dar por ciertas cosas que no lo son o que no se pueden demostrar.
Quienes aceptan los marcos mentales son bobos o indigentes intelectuales. Uno de esos, muy usado, y que aceptan estúpidamente muchos de derechas es el de la justicia social, sintagma este que permite arbitrariedades muy del gusto, lógicamente, de los espíritus dictatoriales que siempre abundan.
El adjetivo, cuando no da vida, mata, dejó dicho Huidobro. Y es cierto, la justicia no admite adjetivos de ningún tipo. Lo que no es justo es injusto. Y esto último es lo peor que se puede ser. Todos los malvados son injustos.
Justificar las injusticias haciendo creer que se hace por bien (¡es por tu bien!) es de un cinismo inenarrable.
Pues por ahí andan los columnistas orgánicos criticando a Ayuso y Milei porque están en contra de la justicia social, sin dar más explicaciones sobre las supuestas ventajas de esta ni dar a conocer sus beneficios. No lo pueden hacer porque no los hay. La injusticia solo puede beneficiar a unos pocos y perjudicar a los más.
El ejercicio de la arbitrariedad es lo que permite que los mangantes saquen ventaja sobre los demás. El adjetivo social tiene connotaciones positivas, por lo que resulta grato a los oídos de la gente, por lo cual es aceptado por muchos sin más consideraciones y por ello no se dan cuenta de que quienes lo cuelan en realidad quieren decir insocial, porque va en perjuicio de aquellos a quienes dicen que quieren favorecer.
Por el mismo motivo, quienes abogan y trabajan para instaurar una dictadura comunista siempre hablan de democracia, porque si dijeran la verdad se quedarían solos. Todas las dictaduras son atroces, porque en ellas desaparece la dignidad, pero las comunistas, además, son catastróficas económicamente.
Pues Ayuso y Milei han hablado con conocimiento de causa de ética, de moral y de economía. Sus detractores lo han pasado mal.
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