Es el bastión, junto con otro más importante, que es el Rey, frente a los bárbaros que quieren arrebatarnos la democracia para imponer su proyecto dictatorial.
Los malvados intentan desprestigiarlos a ambos, a Felipe VI y a la presidenta de Madrid, pero los dos representan sus papeles -él manteniendo la serenidad y la firmeza, y ella diciendo lo que nadie se atreve- sin dejarse influir por los necios que intentan desestabilizarlos con sus estúpidos ataques.
Tenemos la Constitución que tenemos, que deja a los ciudadanos indefensos frente a felones sin escrúpulos como los que nos ha tocado sufrir en estos tiempos tan azarosos.
Hay cantamañanas y terroristas y delincuentes que atacan al Rey, como si la Constitución fuera obra suya y no de unas mentes perversas o descuidadas.
Ayuso lo ha dicho bien claro, como es costumbre en ella, para desesperación de sus detractores, que ya no saben qué inventarle, qué sambenito colgarle, qué insulto dirigirle. Tiene razón la presidenta cuando dice que es una vergüenza para España que el presidente del gobierno y el Fiscal General del Estado sigan en sus cargos. En Portugal ya haría años que habrían sido destituidos, y quizá algo más, a tenor de las cosas que vienen haciendo.
¿Cómo es posible que los españoles tengamos que soportar estoicamente y sin derecho al pataleo todas las barbaridades que viene haciendo este gobierno?
¿Cómo es posible que los socialistas, que durante todo el periodo democrático han venido alardeando de superioridad moral asistan sin un conato de rebelión al hecho de que les hayan quitado la careta a todos?
No es que en Portugal habrían caído ya los dos. Es que en ninguno de los países democráticos se habrían atrevido a hacer nada de lo que aquí.
Ya sé que en los demás países están pasando cosas feas, pero en ningún caso como las de aquí.
Gracias a que Ayuso no se achanta, y a que el Rey está en su sitio, los caraduras no se han apoderado de todo.
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