miércoles, 18 de marzo de 2020

El Emérito está de moda

Todas las personas bien intencionadas, de derechas o de izquierdas, están de acuerdo en que lo más conveniente para España, dados ciertos hábitos culturales arraigados a través de los siglos y hasta que las actitudes y convicciones democráticas no se consoliden entre nosotros, es la continuidad de la monarquía, al margen también de que esta forma de Estado suele dar buenos resultados en democracia.
Hay otras personas o grupos, no obstante, que no están de acuerdo con esto, unos, quizá, por imprudencia y otros con muy mala intención, puesto que desean perjudicar a los españoles.
Hay que salvar a la Corona, porque nos conviene a todos y sobre todo ahora que tenemos un Rey consciente y dotado del sentido del deber, pero para ello hay que comenzar por decir la verdad, y esta es que quien más ha hecho y puede seguir haciéndolo para hundirla es, precisamente, el rey emérito.
Don Juan de Borbón jugaba a ser un playboy en Estoril o en donde pudiera. No dudó en entregarle su hijo como rehén a Franco, con el fin de garantizarse la Corona, ofreciendo a cambio que los monárquicos aceptaran el Régimen. El niño creció lejos del calor familiar.
Para disgusto de Don Juan, Franco se saltó un eslabón de la cadena y le cedió la Corona Juan Carlos I, consciente de la bobería de los dos, pero pensando que el segundo quedaba más embridado, pues se había encargado de él Torcuato Fernández Miranda.
Adolfo Suárez fue el encargado de democratizar el Estado, cosa que hizo arriesgando la vida día a día, y soportando desprecios, humillaciones y deserciones de amigos de toda la vida. En este afán de traer la democracia a España chocó con un obstáculo: la mezquindad de Felipe González. Si éste hubiera sido noble y generoso, entre ambos habrían hecho una Constitución basada en los grandes valores democráticos, pero el socialista prefirió echarse en brazos de los nacionalistas y otorgarles ventajas, sin darse cuenta de que las iban a aprovechar para hacer todo el daño que pudieran a España.
Una vez que Adolfo Suárez hubo desmantelado el Régimen anterior y convertido a España en un país democrático, Juan Carlos I quiso prescindir de él, para quedar como auténtico artífice del cambio y que quien lo había hecho todo quedara como un simple instrumento suyo. Quienes hablaban con el entonces Rey y percibían su desapego hacia Adolfo Suárez, interpretaron esto como quiso cada uno, y de ahí seguramente surgió el intento del golpe de Estado. El todavía presidente tuvo que volver a jugarse la vida para salvar la democracia, y tuvimos suerte de que cogiera el teléfono Sabino Fernández Campo y dijera lo de ‘ni está, ni se le espera’, porque si lo llega a coger el destinatario de la llamada a saber la que se habría montado.
Nadie tenía confianza en Juan Carlos I, pero casi todos aceptaban la Corona, porque la consideraban aconsejable para los tiempos que venían. El caso es que lo sobreprotegieron, en la misma Constitución y luego tapando sus actividades irresponsables. Los medios se conjuraron para no dar ninguna noticia que le pudiera perjudicar, todo lo cual, sin duda, generó en él un sentimiento de impunidad.
Felipe VI se ha visto obligado a tomar una decisión que le habrá causado mucho dolor, porque se trata de su padre. Contar la verdad es apoyar al Rey que nos conviene.


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