En estos tiempos que corren, hasta los
que nunca hemos sido hipocondríacos, examinamos con recelo cualquier
pequeña variación en nuestros organismos, de esas que se suceden a
diario y que nunca las hemos tomado en consideración. Pero es que
sabemos que el bichito que vino de China es muy taimado y aprovecha
cualquier rendija para colarse. ¿Y si está en la bandeja de
cualquier producto alimenticio que hayamos comprado? Por improbable
que parezca hay que tomarlo en consideración, puesto que el número
de infectados crece sin cesar.
Pero no es ese el único miedo, sino que
hay otro quizá peor. El que se produce al pensar en todos aquellos
que viven al día, porque no pueden hacerlo de otro modo, y que si no
trabajan no tienen ni eso. Y también da miedo pensar en la situación
que se producirá cuando se acabe todo, porque o el bichito acaba con
todos o nosotros acabamos con él. Pero en este último caso habrá
sido una victoria si no pírrica, casi, porque los daños que
habremos sufrido en lo moral y lo material serán cuantiosos.
Mientras tanto, Tezanos y Torras, por
citar a dos mamarrachos, siguen a lo suyo, sin darse cuenta de que el
rollo de la posverdad se ha acabado. Queríamos hacernos vivir en un
mundo ficticio, imponiendo cada uno su relato, a la trágala,
sabiendo que eso no se lo podía creer nadie, pero tan poderosos se
creían, y se siguen creyendo, que su osadía merecía, incluso, ser
objeto de chunga.
Pero el virus chinito, entre tantas cosas
malas, también ha traído una cosa buena, que es la verdad. Y la
posverdad no tiene más opción que irse al carajo. Torras debería
darse cuenta, pero se conoce que tiene el cerebro de avispas que le
pican y no le dejan pensar. Tezanos hace lo que le mandan.
1 comentario:
OK. Todo bien en casa, espero. Porque hay que pasar el ahora y estar fuertes para el luego, Vicente.
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