Todo apuntaba a que Susana Díaz se convertiría en la nueva Secretaria General del PSOE. Felipe González estaba de su parte y acaso por este motivo Borrell optó por el bando contrario, el de Sánchez. Funcionó la pulsión autodestructiva en el partido y venció el narcisista.
Susana Díaz renunció a plantear más batallas, porque de hacerlo corría el riesgo de perder su feudo andaluz. Pero ahora cambian las cosas, lo que pretende Sánchez precisamente es arrebatarle ese último reducto, de modo que no tiene más remedio que defenderse como pueda, sacar las uñas.
Sánchez es un tipo que además de estar tan pagado de sí mismo como seguramente no lo está nadie más en el mundo -si Napoleón viviera, lo miraría con asombro, o el mismo Newton- vive dominado por el odio. Su lugar ideal es un hospital psiquiátrico, pero preside el gobierno de España. Siente tanto odio que renunció a una legislatura tranquila, que se hubiera dado de formar gobierno con el PP, pero a causa de su rencor a la derecha prefirió arruinar a España y a su partido, aliándose con Podemos, que es un partido comunista radical, y el comunismo está condenado por la UE.
Un tipo que está a merced de sus pasiones no debería poder estar en política y mucho menos en la presidencia del gobierno. Y aparte de todo lo anterior es torpe, como lo prueba el eslogan que ha elegido para su partido: somos la izquierda. Con él hace patente su odio a la derecha, al negarle el derecho a existir. Este detalle, además, es antidemocrático. La izquierda es el lado bueno y la derecha el malo, según él. Aparte de que excluye a otras formaciones de izquierda, como la desaparecida UPyD y Ciudadanos, que comenzó siendo de izquierdas. Los demás son de extrema izquierda. Por otra parte, somos, en boca de Sánchez, es engañoso, porque no tiene ojos más que para sí mismo.
En fin, que si Susana Díaz logra vencer en este envite puede dar lugar a una catarata de sucesos que resulten muy beneficiosos para los españoles.
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