En España ha habido y hay gentes de distintos niveles. En el alto estaría Santa Teresa de Ávila, dócil, pero no sumisa. Casi la queman por atreverse a pensar siendo mujer, puesto que esta tarea estaba reservada a los hombres. Y ella era muy obediente, pero así y todo entró en el Siglo de Oro, por sus medios, sin enchufes, sin hacer la pelota. Y fundó no sé cuántos conventos. O sea, que hizo de las suyas. Si llega a desobedecer y se pone a pensar…
(No sé si a Irene Montero le sentará bien que una mujer hiciera tantas cosas sin su ayuda histérica).
En el nivel bajo estaría Adriana Lastra, sumisa pero no dócil. No sé qué más decir de ella, salvo que una de sus penúltimas chorradas u ocurrencias es la de la España multinivel. Cualquier cosa vale con tal de que el Felón sea el presidente, porque si viene otro se le acaba el chollo. A ella, la sumisa. Lo de la sumisión es un paso atrás en lo que a la evolución se refiere. Bien, pero ella ha de comer marisco a diario, no se lo va a dejar todo a los sindicalistas.
Una nación es un grupo humano que se ha formado a partir de unos sucesos históricos y que se sustenta en el hecho de que el bagaje cultural y económico es compatible. A partir de este punto, lo que procede es hacer el camino sin romper la unión y rigiéndose por los altos ideales, que son los que garantizan el progreso. Todo lo que no sea un ideal elevado conduce a la regresión. Eso a Lastra le da igual. Por eso pregona la injusticia, la concesión de privilegios y el derecho a pisotear a otros.
El PSOE, supuestamente, es un partido internacionalista, que pretende la justicia y la hermandad mundial, pero estas ideas un poco vagas chocan con los intereses inmediatos, porque aquí y ahora alejan del poder y del marisco.
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