sábado, 3 de julio de 2021

Leonor, en catalán

 

Si yo fuera catalán, o sea, si hubiera nacido en Cataluña, y mediante un brebaje, ratafía o así, se me hubiera convertido en catalanista, pero conservara un átomo de dignidad -soy consciente de la dificultad, pero estoy hablando en términos hipotéticos- tendría vergüenza de que Leonor haya tenido que aprender algo que sólo sirve para contentar a gentes malvadas o locas.

A Pompeyo Fabra (1868-1948) no se le conoce idea buena y en el caso concreto de su engendro su motivación fue política y no lingüística. El odio a todo lo español era su arte.

Los catalanistas, organizados como las bandas mafiosas, mediante los acosos sistemáticos, los insultos y agresiones físicas en los casos en que prevén que van a quedar impunes, imponen su ley. Pero su mejor arma, la que emplean con mayor eficacia, es el dinero del erario que se les entrega a cambio de que no molesten en ciertos ámbitos. Ya se sabe, si no se les da ese dinero no dejan vivir. El sistema les da esa ventaja, que saben aprovechar y estirar.

Mientras tanto, la lengua valenciana, en la que se dio lugar al primer Siglo de Oro en España, y que hasta tiempos recientes había tenido un tratamiento aceptable en el Diccionario de la Real Academia, va siendo borrada de este y de todos los demás lugares.

El dinero del erario, del que soy contribuyente y no tengo posibilidad de escamotear ni un solo céntimo, les sirve a esos para regar a gente de todo el mundo, y con los estómagos llenos, gracias parcialmente a mi dinero, son muchos, en cualquier parte del mundo, que los catalanes nos enseñaron a los valencianos a hablar, a pesar de que no supieron generar literatura hasta siglos más tarde.

Da la impresión, al escuchar a los catalanistas, que el engendro de Pompeyo Fabra es anterior al latín, al hebreo y hasta a Adán y Eva. Los catalanistas utilizan el dinero español para hacer milagros.


No hay comentarios: