Cristóbal Montoro decidió sacar a la luz los nombres de ciertos deudores a Hacienda, medida que no tiene nada de democrática y que los jueces de ser independientes habrían tumbado con total seguridad.
A Montoro le ha sucedido Montero, con lo cual lo que antes era pésimo ahora es peor que pésimo. Hay otra Montero de un nivel muchísimo más bajo, pero no tiene que ver con Hacienda, sino con el despilfarro.
Los españoles se dividen en dos: los que viven con el sudor de su frente y los que lo hacen con el sudor del de enfrente. A esta segunda clase pertenecen los políticos. Durante la reclusión a causa de la pandemia todos cobraron las dietas, a pesar de que no se movieron de casa.
Hay costumbre en España de intentar defraudar a Hacienda y algunos lo consiguen, pero cada vez son menos. Para atajar esa costumbre el gobierno actúa de forma prepotente. Hay que recordar que en la Constitución dice que España es una democracia. Si la clase política fuera respetuosa con el dinero de los impuestos tendría derecho a quejarse de esta actitud de los españoles.
Alguien de la casta dijo que el dinero público no es de nadie, olvidando que muchos han tenido que sudar sangre para poderlo pagar y que a veces se paga dos, tres o cuatro veces por la misma cosa. Hubo diputada por Cádiz que cobraba las dietas a pesar de que vivía en La Moncloa, hay otro que vive en este mismo sitio que se sirve de todos los aviones que haga falta para desplazarse a cualquier lugar al que se le ocurra ir. Se regala dinero a manos llenas a los medios, que no deberían recibir ni un céntimo, porque su misión es controlar al poder, no servirle y así sucesivamente. La lista de gastos a suprimir es larga.
La función del gobierno es facilitar y tratar de mejorar la vida de los ciudadanos. Hacienda forma parte del gobierno y debería ser amable con los contribuyentes y suponer que todos quieren contribuir al bien común y facilitarles la tarea. En cambio, la Hacienda española ve a los contribuyentes como enemigos. Eso es degeneración.
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