La indecencia cometida en la renovación del TC pone de relieve el afán mangoneador de la clase política, explicado además con todo lujo de detalles en el Parlamento por un diputado podemita que hizo gala de la torpeza habitual en las gentes de esta formación.
La justicia no es independiente. Los jueces y fiscales gozan de impunidad en el ejercicio de sus funciones y, además, los segundos tienen un plus por cada condena que logran, lo cual es otra de las aberraciones morales, como igualmente lo es el fomento de la delación, a las que nos tenemos que ir acostumbrando. Este caso comenzó con una denuncia anónima, que sigue en la misma situación. En el franquismo se habría tenido que saber, necesariamente, quien es el denunciante.
La existencia de chiringuitos contra la corrupción sólo se explica mediante el interés por engañar al personal, aparte de que es posible que reciban subvenciones, porque la única manera de reducir la corrupción es que la justicia sea independiente. Si reciben subvenciones, quien paga manda, por tanto, su actividad puede estar condicionada.
Que se subvencione a los medios de comunicación, y se hace de forma cuantiosa, es otra de las aberraciones morales y es un atentado a la democracia, porque sin prensa libre no la hay.
Se percibe claramente en las informaciones que dan los medios sobre el caso, en el que muy pocos periodistas dan cuenta de lo más relevante y de los testimonios más valiosos, mientras que otros sólo citan a los testigos más endebles, con el fin de crear un estado de opinión desfavorable a los intereses de la defensa. Sin tener en cuenta que el caso se ha venido dilatando en el tiempo, de modo han ido falleciendo sus testigos, el último de ellos Tomás Llorens, amén de la pena de telediario, que, hipotéticamente es dañina, pero en la práctica no, porque lo que hace es aventar la paja. Los ingleses le llaman a esto winnowing.
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