En la actualidad, los dos principales activos del PP son Cayetana Álvarez de Toledo e Isabel Díaz Ayuso, las dos damas que, sin complejos, están dando la batalla cultural. Si este partido va por delante en las encuestas se precisamente a ellas dos, pero, sobre todo, a la segunda. Y se da la casualidad de que ninguna de las dos le cae bien a Pablo Casado, porque no se someten a sus caprichos.
No demuestra él, con sus hechos y decisiones, que le importe mucho el porvenir de España y, ni siquiera de su partido, sino que lo único que le preocupa es su propia carrera personal.
Nunca un presidente del PP había sido vitoreado y aplaudido de forma espontánea como lo es Ayuso allá por donde pasa. En todas partes levanta pasiones y despierta esperanzas. ¿Y qué hace él? Pues intentar quitársela de en medio, como ya hizo con Cayetana, sólo que con esta lo tiene más difícil, puesto que no le dio él el cargo, sino que fue elegida por los madrileños. El pecado de las dos señoras es el mismo, tienen ideas propias, más o menos acertadas, pero suyas, y no se ciñen estrictamente a las órdenes que se les dan. Ellas representan exactamente la clase de políticos que necesita cualquier nación y especialmente en tiempos difíciles como los actuales.
Cayetana es una las personas intelectualmente mejor preparadas del partido y presenta una ventaja sobre todas y es que no es sumisa. Tampoco lo es Ayuso, que sí que ha corrido riesgos para defender las condiciones de vida de los ciudadanos. Los españoles nunca le agradeceremos su actitud, pues gracias a ella la economía española no se hundió mucho más. Si se hubiera plegado a las presiones de Sánchez, estaríamos mucho peor. No lo hizo, venció, salimos ganando todos, y Sánchez se lo apunta como mérito suyo. El de que la economía no esté tan hundida.
Además, le debemos otra cosa: le cortó la coleta a un malasombra.
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