Un podemita, es decir un pobre hombre, quiso informarme de que Abascal tardó mucho en terminar su carrera, mientras que otro tipo muy desagradable que gracias a Ayuso ya no está en la política tiene varias y además un doctorado.
Bien, pero cada vez que Abascal subía a la tribuna de oradores el desagradable huía, pero sin renunciar por ello a la parte de sueldo correspondiente. Es que la capacidad dialéctica de Abascal es muy superior y además es gracioso cuando habla -a ver, Superman-. No lo pueden derrotar yendo de frente, sino mediante el juego sucio, poniéndole etiquetas que no le corresponden y esparciendo infundios. Vox no es extrema derecha, sino nacionalista, y más moderado y leal que los nacionalistas vascos y catalanes, a los que sí correspondería la etiqueta de extrema derecha, porque esos no respetan más leyes que las que quieren.
El caso es que parece ser que Abascal tiene permiso de armas y si esto fuera cierto, los motivos son obvios, pero unos degenerados quisieron ponerle una trampa. Digo degenerados porque la función del Parlamento es debatir qué medidas convienen más a los ciudadanos. Quienes juegan sucio reconocen con ello, explícitamente, que no es esa su finalidad. Degenerados. Quisieron ponerle una trampa exigiendo que se pidiera control de armas para acceder al Parlamento y él respondió añadiendo que además se pidiera el de drogas. Y ahí los pilló. Sería muy importante para los ciudadanos que contribuimos generosamente al bienestar de los diputados y un gran número de amigos suyos colocados en chiringuitos sin utilidad alguna, saber qué diputados son adictos a las drogas.
Pero a Abascal se le olvidó pedir, o no pensó que debía hacerlo, que cada uno de los diputados debería escribir un folio al menos explicando su concepto de la democracia y publicarlo en su página del Congreso de los Diputados. También deberían aportar tres certificados, firmados por tres profesionales distintos, de que no son psicópatas ni padecen enfermedades mentales que hacen aconsejable que no se dediquen a la política.
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