Se ha comentado mucho la noticia, por llamarla de alguna forma, de que los jueces fueron ayudados por sus padres mientras estudiaban la oposición. Llama la atención que se haya hablado de esto, como si fuera algo extraordinario.
Para eso están los padres, para ayudar a los hijos cuando lo necesitan, si pueden. Lo mismo da si quieren ser jueces, que si preparan la oposición para entrar en Correos o en la Policía. O en donde sea. El hecho de recibir la ayuda de los padres no hace peor a nadie, salvo que sea para cometer una maldad, pero entonces ya no es ayuda, sino complicidad.
El problema de los jueces es otro. Seguramente, la Justicia precisa de profundas reformas, comenzando por la necesaria independencia judicial y del Fiscal General del Estado, con respecto al Ejecutivo y Legislativo. Y luego procurar que todos los jueces estén bien de la cabeza y sean conscientes de la importancia y trascendencia de su labor, y de lo importante que es la justicia y lo insignificante que debe ser el cultivo del ego. Un juez narcisista es el colmo.
Se puede dominar perfectamente la técnica jurídica y ser un mal juez, así que menos lobos. Un juez que no sepa nada de la vida es un estorbo. Los jueces deberían leer al menos una novela cada mes. De los clásicos. De aquellos que tienen un conocimiento probado del mundo y sus desdichas, problemas y vicios. Cervantes, Shakespeare, Victor Hugo, Dostoyevski…
Para enviar a alguien a la cárcel hay que estar muy seguro de que la merece, y a veces se condena a inocentes, porque el juez de turno no sabe resistir la presión social. Fallarle a un ser humano que confía en ti y te necesita es, como se decía antes, pecado mortal.
Es una lección de amor que los padres ayuden a los hijos a ser jueces, pero éstos deben ser conscientes de que para ser juez, además de conocer la técnica jurídica, hay que se muy valiente.
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