Tanto se ha dicho y tanto se ha repetido que todo el mundo sabe ya que Cayetana tiene mucho talento. Da muestras de ello en todo momento y lugar, pero si no se lo hubieran reconocido figuras prominentes muchos no se habrían dado cuenta, porque no todos están capacitados para verlo. Por ejemplo, una ministra maleducada y ruin la acusó de no tener educación. Y lo diría convencida.
También es cierto que en las polémicas en que se ve envuelta últimamente le asiste la razón, o eso creo yo. Para alcanzar la categoría humana hay que darle la razón al que la tiene, sea quien sea, la arbitrariedad es propia de acémilas.
Vayamos ahora al reportaje sobre ella que publicó El Confidencial, en el que Ághata Ruiz de la Prada afirma que no le gustan los tontos. Esta es una cuestión. Los tontos siempre son los otros. Abundan los que optan por una senda en la vida, una forma de vivir, una meta hacia la que dirigirse, y a partir de ahí consideran tontos a quienes prefieren otras opciones. La duda es el camino hacia el bien, lo que ayuda a la supervivencia de la especie, y la certeza es el camino hacia el mal. Quien se considera en posesión de la verdad se cree legitimado para imponerla y quien duda tiene más respeto al prójimo. Esto es educación. Si no hubiera sido dicho ya por alguien que nació en el mismo país que Cayetana, lo diría yo: ‘La duda es uno de los nombres de la inteligencia’.
Otra de las cosas que dice Ághata Ruiz de la Prada de ella es que las mujeres no le interesan, y ese es otro error, porque nunca sabes de donde puedes sacar petróleo. Y al referirme al petróleo como metáfora no hablo de beneficios materiales, sino de goces espirituales. A menudo, la persona más despreciada es la que salva a los demás de la catástrofe o da la talla en momentos convulsos.
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