Fue publicada hace unos días y la han comentado Hughes y Alfonso Ussía. El gesto suyo induce a pensar cualquier cosa. Cherchez la main, dice Ussía. Hay una mano que no se ve.
Pero hay más cuestiones en la imagen que conviene considerar. Esta vicepresidenta del gobierno que aspira a instaurar el Tucanato, engaño a los trabajadores mediante, que vive en un amplio y lujoso piso, se sirve del Falcon hasta para ir a tomar café, no va a misa, pero sí a ver al papa, y estrena un modelito a cada rato, invade el terreno personal de su compañero de mesa, sin previo aviso, según el gesto de él, e ignorando a los trabajadores del lugar, a los que, no obstante, pide el voto. Para ella, comunista caviar, como si no existieran. Las más elementales normas de urbanidad indicarían que puesto que está en un lugar público en el que otras personas interactúan con ella, o sea, las que atienden su mesa, como mínimo debería haberles dedicado un gesto de complicidad, un decir mediante los detalles sé que estáis ahí y aprecio vuestra labor. Pero no, ella está en un lugar socialmente muy alto y no las ve.
Consecuentemente, la camarera hace su trabajo con lo que a la vicepresidenta le falta: dignidad. No le importa la escena que no quiere ver, porque no atiende a lo que ocurre, sólo mira lo que hace, a lo mejor ni siquiera tiene asco, sólo indiferencia, está harta de fantasmas.
Nos queda Garamendi, que, con su gesto demuestra que no tiene capacidad de reacción, lo cual, lo mismo que la mano que no se ve incita la imaginación, en este caso con más fundamento. Es posible que el cargo que ostenta esté bien remunerado, otra cosa es que haga algo que no sea fungir. Si no sabe reaccionar como demanda la situación induce a pensar que en su cargo está para hacer lo que le manden.
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