Se han perdido de vista aquellos valores que sirvieron de norte a la izquierda; algunos los tomaron en serio y a los les sirvieron de pretexto, como ocurre también, sin ir más lejos, con los de la derecha o los religiosos.
La vida se ha endurecido mucho, en el sentido de que ha aumentado el odio en las calles y ha desaparecido la generosidad. Hay que reconocer que ese endurecimiento, esa mezquindad rampante, se da en ambos sectores, izquierda y derecha, pero al menos en esta última todavía se mantiene, y ojalá que sea para siempre, el respeto a las formas y los procedimientos, aunque también es cierto que el margen de mejora es muy amplio. Debería aplicarse en esto.
Vargas Llosa prefirió a Keiko Fujimori antes que a Pedro Castillo, pero es que cualquier persona con un atisbo de bondad, o sea, de amor al Perú, habría hecho la misma elección. Este detalle ha servido a los ‘intelectuales’ de la izquierda francesa para catalogarlo como de extrema derecha. Hoy en día dan el título de intelectual a cualquiera. Y si es de izquierdas, con más facilidad.
No es culpa del escritor peruano que los dos finalistas fueran los citados. Perú tiene unas características concretas que la democracia, si se conserva, de modo paulatino iría resolviendo. El mejor camino para ello es aumentar el nivel de vida. Castillo, como todos los comunistas, lleva al país a la ruina.
En el Perú, como en todos los países, hay tendencias autodestructivas. Han triunfado plenamente al dar la victoria a Castillo, El Sombrero Luminoso.
La izquierda, por motivos dignos de estudio, se muestra solidaria con cualquiera que se declare como tal, lo mismo da que sea un energúmeno como Chávez, un botarate como Maduro, un degenerado como Morales, o un mendrugo como Castillo. No hace distingos, si es de izquierdas es bueno.
Mario Vargas Llosa está por encima todos los intelectuales franceses de izquierdas.
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