domingo, 19 de diciembre de 2021

No se habla de otra cosa

 

Nos ha mostrado un modelito tras otro y vista su afición a vivir del cuento, a inventarse másteres, a que le paguemos a subirse al Falcon, a que le paguemos una casa de grandes dimensiones, cabe pensar que esos vestiditos también se los pagamos entre todos.

Lo que no hemos visto todavía es un pañuelo de lo que se gasta. Porque la dama tiene narices. Al menos del tamaño de las de Góngora. Habría que medirlas.

Tiene narices y es ministra por narices, porque si no lo fuera Sánchez tampoco subiría al Falcon. Una debilidad compartida por los dos.

Tiene narices para relacionar comunismo y democracia. Y las tiene también para amenazar a otra diputada en el Parlamento. Al menos no la amenazó con darle un narigotazo, lo cual habría sido mortal de necesidad. Calviño estaba detrás y callaba. Calviño sólo protesta cuando Casado dice ‘coño’.

Tiene narices para decir lo siguiente: «Las decisiones que toman los accionistas de una empresa no tienen nada que ver con la producción y la economía real, sino con la obtención de beneficios, causando desastres en el mundo del trabajo y de los derechos de los trabajadores».

Calviño, la que es ministra para hacer creer a la UE que este gobierno es serio, calla. Pero que una ministra diga eso desmerece al gobierno entero. En primer lugar, a los ministros del área económica, pero también a todos los demás. El presidente del gobierno, Doctor cum Fraude en Economía, también calla, con lo cual el demérito alcanza a todos los españoles. ¿Cómo podemos consentir eso?

Lo que ha dicho la comunista es tan estúpido que todos los que no están infectados por el virus de la estupidez lo han criticado. Cualquier aspirante a estudiar Economía sabe que lo que dice no tiene fundamento. Y, además, basta con echar una ojeada a los ‘paraísos’ comunistas para comprender que esa señora es una farsante.

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