Ha protestado por las declaraciones de algunos componentes del gobierno y ha exigido al presidente -el que pasará a la historia, entre otras muchas cosas por...- que los desautorice.
Y tiene razón la Embajada, porque si no lo hace es como si el gobierno en pleno se hubiera puesto de parte del grupo terrorista Hamás. Esto, además, es un descrédito para España en el plano internacional.
Pero el presidente no puede hacer eso, porque si quiere seguir siéndolo ha de tragar con todo. Y de hecho ya ha pactado con los terroristas españoles, y si le da igual el daño que han hecho estos cómo no le va a dar lo mismo el que ha hecho Hamás.
Así que no los desautoriza. Prefiere que España salga perdiendo, que las víctimas del terrorismo tengan que seguir sufriendo ofensas y burlas, que los demócratas sientan frustración y temor de que el estado del bienestar pase a ser un motivo de añoranza y nada más que eso. Lo importante para Sánchez es seguir siendo el presidente.
Así que ha mandado al pobre Albares a hacer el ridículo, que lo ha hecho muy gustosamente y a ofender a los israelíes.
Ha aprovechado Belarra para enfadarlos más. De esta se puede esperar poco. El hecho de haberla hecho ministra debería estar castigado con pena de cárcel.
Pero Albares, por muy poca cosa que sea, es ministro de Exteriores, o sea, un cargo que exige mucha competencia, y lo que ha dicho es de una torpeza digna de Belarra. Este tipo no puede ir por el mundo representando a España.
Las ministras comunistas han hablado como ministras, es decir, representando a España y nos han dejado en muy mal lugar a los españoles. Y Albares todavía en peor lugar. Y si Sánchez no los destituye a todos inmediatamente, España se ha posicionado a favor de los terroristas.
Y el ganado lanar compuesto por los diputados socialistas, sin inmutarse.
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