Isabel Díaz Ayuso es una mujer que nos ha librado de dos, con la particularidad de que no fue ella quien decidió terminar con sus carreras políticas, sino que las hostilidades partieron de ellos, con juego sucio, además. Me refiero, como todo el mundo imagina, a Casado e Iglesias.
Le quedan más enemigos, que también utilizan toda la artillería pesada contra ella, sirviéndose de recursos del Estado, de los panfletos subvencionados, de los esclavos voluntarios…, para atacarla, lo cual permite vaticinar que algún otro puede ver terminada su carrera política.
El rencor que le demuestran los malos, porque este sentimiento es propio de gente malvada, surge de la envidia, por ver que la gente la quiere, porque mientras la parte de España bajo el dominio de la izquierda va mal, en todos los órdenes, Madrid cada día va mejor. Los madrileños, salvo los escocidos, que no son tantos, se sienten libres, viven alegres y saben que tienen un gobierno regional que procura el bienestar de todos. No legisla ni toma medidas contra una parte de la población.
Hasta el fantoche de Felipe González, Monipodio, el gatazo tontiastuto, se ha permitido criticarla.
Le han montado una manifestación fraudulenta, haciendo ir a Madrid gentes de otras Comunidades Autónomas cuya sanidad está en peor situación que la madrileña. El asunto es de un descaro de tal calibre, con la consecuencia es que la popularidad de la presidenta de los madrileños no ha merma, que si el presidente del gobierno tuviera vergüenza habría dimitido dado el ridículo que ha hecho. Pero claro, él está acostumbrado a perpetrar barrabasadas y no va a renunciar por eso.
Sin embargo, no cuesta nada darse cuenta del calvario que debe de estar pasando, al ver que a él sólo le aplauden los ministros y las ministras, mientras que la gente que paga impuestos lo que quiere es regalarle huevos y tomates.
Un día no podrá resistir tanta afrenta. No podrá soportar esa rabia que lo recorre por dentro.
Esos libros míos
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