La idea que pretende transmitir Putin de sí, en el sentido de que lo tiene todo bajo control, ha venido a demostrarse que es una fanfarronada. La invasión de Ucrania ha dejado ver que su capacidad para calcular las consecuencias de sus acciones es nula. Pensaba que sería una cosa y ha salido la contraria.
El poder de Putin se asienta sobre una intrincada red de alianzas mafiosas con oligarcas entre los que está Prigozhin. Que Putin quiera desacreditarlo, asaltando su casa y mostrando sus pelucas y otros enseres puede entenderse de muchos modos. Entre esa red mafiosa sobre la que se asienta Putin puede haber movimientos en su contra. Quizá la rebelión de Prigozhin y su posterior frenazo a las puertas de Moscú obedezca a una jugada sobre ese tablero. Ahora ya se ha visto, como ha señalado Kasparov, que Putin tiene el enemigo dentro y que se está moviendo en su contra. ¿Como es posible que Prigozhin hiciera ese movimiento que en circunstancias normales habría concluido con su muerte? Frenó el avance porque ya había demostrado lo que quería. La partida se sigue jugando en otros tableros. Putin se sabe amenazado y ha reaccionado con bravatas, pero sus rivales seguramente no se dejan impresionar.
Ellos, a lo mejor, sí que tienen todos los pasos calculados. Descabalgar a Putin no será fácil, pero hay que hacerlo porque la invasión de Ucrania ha sido un error muy grave, que está perjudicando a Rusia. Hay que parar eso como sea. La primera jugada, de la que ya no se va a reponer, ha sido la rebelión del grupo Wagner, del que quizá Putin ya no se fiaba, porque habría visto o sospechado algo. Se le tiene por paranoico y habida cuenta de que vive entre criminales es lógico que lo sea.
Habrá que ver cuánto tiempo consigue resistir.
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