domingo, 16 de julio de 2023

No es una cuestión religiosa

 

Con motivo del aborto espontáneo que ha sufrido Isabel Díaz Ayuso, han salido a relucir muchas opiniones sobre la llamada eufemísticamente interrupción voluntaria del embarazo, relacionadas con el catolicismo.

Abundan los que creen que solo la Iglesia se opone al aborto, y no es así.

La Iglesia tiene derecho a explicar a sus fieles que estar a favor de matar a los no nacidos es contrario a su doctrina. Pero no es este un asunto específicamente religioso, sino que es contrario al instinto de supervivencia de la humanidad como especie, dado que el ser concebido no tiene ninguna culpa, puesto que no ha pedido serlo y una vez que lo ha sido necesita perentoriamente a los padres, y especialmente a la madre, durante algún tiempo para poder desarrollarse. Que la madre en la que tanto confía, porque la naturaleza ha dispuesto que tenga que ser así, lo mate, no tiene sentido.

Una madre que ha matado a su hijo ya no es fiable. Aunque no lo sepa nadie. Pero ha sobrepasado unos límites que debían ser inviolables.

Todas las leyes humanas y todas las normas morales tienen su origen en el instinto de supervivencia como especie, porque si solo existiera el individual, como parecen creer los abortistas, no habría ley ni orden en el mundo.

Los hay, y no son pocos, los que piensan que pueden establecer leyes a capricho. Es gente que no ve más allá de la punta de su nariz. Basta con fijarse un poco para darse cuenta de que ninguna ley caprichosa ha durado mucho tiempo. En cambio, las que tienen en cuenta el mandato de la naturaleza, las que se ajustan al instinto de supervivencia como especie, perduran a través de los siglos.

El aborto jamás puede ser un derecho, aunque lo diga alguna ley, y el fomento del egoísmo y del capricho no puede ser bueno para ninguna sociedad.

Esos libros míos

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