Conociendo al personaje, se puede aventurar que todos sus proyectos pasan por seguir siendo el presidente, aun a costa de lo que sea.
Hay dos motivos para la esperanza, no obstante. Para la esperanza de la gente no motivada por el odio. Uno es que el PP tiene mayoría en el Senado, con lo cual Sánchez no podrá pagar el precio que le van a exigir los separatistas y el otro dato es que la UE tampoco le consentirá las alegrías que le requerirá la extrema izquierda, aunque los de este sector se conformarán con cobrar un sueldo todos los meses.
La solución más razonable consistiría en un pacto entre el PP y el PSOE, pero no es posible dado el narcisismo de Sánchez. Tampoco parece posible que el PSOE pueda desembarazarse de él, aunque habrá que esperar unas horas, por si hubiera movimientos en este sentido, lo cual tampoco es descartable.
La posibilidad de que haya que repetir las elecciones, que es la opción que menos le gusta a Sánchez, porque en este caso el PSOE sí que va a maniobrar para presentar otro candidato, se abre paso.
La reflexión que debería hacerse el PP en este supuesto es la siguiente. Feijóo está lastrado por su pasado como gobernante de Galicia. No puede llevarse la contraria a sí mismo. Su intento de caer bien a los separatistas no ha dado ningún fruto. Ha llegado a la presidencia del PP gracias a la infame y estúpida traición de Casado contra Ayuso, de la que esta salió triunfante por su gallardía y porque tenía razón. Por tanto, la presidencia del PP se le debió haber ofrecido a ella.
El discurso de Ayuso es claro y nítido y tiene claro que prefiere pactar con el partido de Ortega Lara que con los aliados de quienes secuestraron a Ortega. Ha demostrado que es valiente que no duda en correr riesgos para defender a los ciudadanos.
Debe ser la candidata del PP si hay repetición electoral.
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