Hay que ver cuando habla, con que seguridad lo hace, qué énfasis pone en lo que dice, siempre seguro de convencer, y siempre lo acaba logrando: se convence a sí mismo.
Luego, que si va de mano en mano, de Mojamed primero a Secamed después, que si el Sáhara, que si Ceuta, que si Melilla. Por no hablar de las Islas Canarias.
De momento, tiene el Falcon si gana e invita a Chapote a darse una vueltecita. De momento, Otegui va explicando a quienes lo quieren escuchar, que los hay, que hará todo lo posible para que siga disfrutando del Falcon, a ver si lo invita a él también, Rufián, cuyo destino era no abrir la boca para que no trascienda lo ignorante que es, está crecido, Pachi López se ha revelado como un especialista en principios (ya veremos cómo acaba), y Zapatero, que se ha olvidado de que es gafe (o está luchando contra este destino), se está esforzando mucho en que pueda conseguir su sueño de seguir disfrutando del Falcon.
Pero no están solos todos esos, porque sin Yolanda no hay nada que hacer, de modo que ella se emplea a fondo. Cualquier día le dirá a Matute, ese melón piel de sapo que se calle, no vaya a ser que lo estropee todo con sus amenazas. La rubia esta de bote, que de tonta no tiene nada, y si no que vean la casa que se ha agenciado por el morro, no amenaza a nadie. No todos son iguales. Promete a los trabajadores que lloverá cuando ella diga y a los sindicalistas, gambas y langostinos. Y buenos vinos.
Y a los trabajadores que voten a la derecha les pondrá la etiqueta de fachas traidores, y tontos que echan piedras a su tejado. Y todo dicho con esa sonrisa que pretende ser dulce y ese hablar lento y pausado, lento y pausado. Que Yoly es mucha Yoly. Y también gusta del Falcon.
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