Compré una bola de cristal, de esas que sirven para adivinar, en uno de los numerosos comercios asiáticos que proliferan en España. Luego no me atreví a usarla, no fuera a ser que me vaticinara que se iba a condecorar a una rata, que el catalanismo se iba a consolidar en Valencia, o que el más nefasto alcalde jamás habido en la ciudad ordenaba demoler la estatua del Cid Campeador. La guardé y no recuerdo dónde, por lo que no puedo hacer vaticinios.
Expresar deseos sí. El más importante de todos, habida cuenta del talante dictatorial de la mayoría de nuestros políticos, es que los jueces y el Fiscal General sean totalmente independientes del Ejecutivo.
Lo he dicho otras veces, los componentes del CGPJ, que debería tener presupuesto propio fijado por ley, deberían ser elegidos mediante votación secreta por los funcionarios del ministerio de Justicia. El número tan alto de votantes serviría para impedir la formación de camarillas entre los jueces.
También es importante suprimir por ley las subvenciones a los medios. Quien paga manda y como consecuencia hemos asistido al vertido constante, durante seis años, de insidias y calumnias en el caso IVAM, sin que en ningún caso hayan intentado verificar lo que ofrecían como información, a campañas contra Ayuso, en algunos momentos, luego de haber sido traicionado por su amigo -nada raro en él- contra Ábalos, por algo que es frecuente en los políticos, y a intentar lavar la cara a idiotas como Puigdemont.
Sin jueces y medios independientes no hay democracia.
Sería conveniente, además, que todos los políticos que cobran un sueldo de la Administración llenaran al menos un folio con el concepto que tienen de la democracia y lo expusieran en sus páginas oficiales. Y que hubiera un tribunal independiente que diera el visto bueno o no a cada una de estas redacciones. Y que quienes no obtuvieran el visto bueno tuvieran que abandonar la política al menos durante un año, antes de poder volver a intentarlo. Y que lo escrito obligara a quienes obtuvieran el visto bueno.
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