miércoles, 19 de enero de 2022

El arte y las bestias

 

Tengo escrito que gracias al arte somos más civilizados, refinados, educados, elegantes. Nos obliga a pensar en la belleza, a elevar el pensamiento a cultivar el espíritu.

Dicho así parece muy bonito y difícil de rebatir, pero luego uno piensa en las gentes del negocio del arte y empiezan las dudas. Los testigos de la acusación en el juicio del Caso Ivam, expertos en arte, con nómina en este campo, no pretendían ayudar al esclarecimiento del caso con sus conocimientos, sino que su intención era conseguir la condena. Esto es atroz. Otras gentes que negocian con el arte, que ven mucho arte, que deberían tener un espíritu refinado, dan la impresión en cambio de que Atila se ha reencarnado en ellos.

En el mundo de la literatura, que tantos pasajes sublimes proporciona, abundan los que tienen una calculadora por cerebro. Otro tanco ocurre con la música, con gente que domina la técnica de la composición y luego resulta que tiene el alma de esparto. Animales capaces de aprender llamaba Huxley a estos; bárbaros ilustrados les decía Ortega y Gasset.

Pero no nos olvidemos tampoco de los escultores neuróticos e ingratos y si, haciendo un esfuerzo, consideramos a la filosofía como una de las artes nos encontramos con estudiosos de esta materia, la filosofía, que cultivan el elitismo, el narcisismo, el egoísmo…

Es común en toda esta fauna citada la necesidad de servirse de las artes de Procusto, por su manifiesta incapacidad para aceptar al prójimo tal cual es.

Siendo cierto todo esto, lo que ocurre es que al acercar la lupa se pierde la perspectiva. Ver las cosas de cerca sirve según para qué. Que este o aquel sean unos bárbaros no significa que el arte no haya hecho mella en ellos. Hay que pensar en cómo serían si no hubieran tenido con el arte. Pero mejor no pensar en eso, no vaya a ser que nos asustemos.

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