Hay un indigente en una gran ciudad que no es que no pida limosna, es que rechaza la ayuda que se le ofrece. Se procura lo que necesita por sí mismo y no ensucia nada. No es posible hacerle reproches. Soporta la lluvia, el viento, el frío y el calor. No le afectan las desastrosas medidas del infame gobierno. Es un ejemplo de libertad. No está esclavizado por el Falcon, ni por el miedo.
Es muy fácil ponerse ante ante un folio en blanco para escribir sobre la libertad, pero luego hay que ser consecuente. Cervantes arriesgó su vida por ella. El hecho de que no la perdiera es uno de los misterios sin resolver.
Es libre quien usa su capacidad de raciocinio para buscar la verdad. Pero abundan más aquellos cuya intención es conseguir honores y reconocimiento. Estos son esclavos.
Libertad sería ser mentalmente demócrata en medio de la Alemania nazi, o de la URSS de Stalin. Para no tener que ir tan lejos en el tiempo y en el espacio, situémonos en los territorios en los que la influencia de ETA o del catalanismo es notoria. Vemos que son muchos los residentes en esos lugares los que se rinden a lo políticamente correcto. Boadella no. Ah, pero es que este señor es reconocido internacionalmente y tiene armas para defenderse de los salvajes que lo atacan. Demos una vuelta de tuerca: ¿haría lo mismo si su situación fuera la de un obrero? Demos por sentado que sí. Reconozcámoslo como ser libre.
Cervantes arriesgó su vida por la libertad, pero no son muchos los que lo hacen. Otros hablan de ella, pero son incapaces de librarse de ataduras y compromisos. Son esclavos de la imagen de sí que han proyectado al público y de los amigos, más o menos interesados, que la sostienen.
El ser humano nace libre, y si le quitan la libertad se amustia. Si no se la quitan la teme. Se salvan pocos de esto.
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