A muchos, en los tiempos que corren, el detalle les parecerá insignificante, pero yo creo que sí que conviene tenerlo en cuenta. En los tiempos de Franco, Cataluña era la región más mimada por éste y la que más visitaba, siendo aclamado por las grandes muchedumbres que acudían a recibirlo en todas las ocasiones. En la hemeroteca de la entonces La Vanguardia de España, están todos los detalles.
Era la región más próspera y los catalanes tenían fama de ser muy trabajadores y de hacer muy bien su trabajo. Los productos fabricados en esa región eran considerados de gran calidad. Pero había otro punto y es que entonces los catalanes, por término medio, podían considerarse los más educados de España. Daba gusto relacionarse con ellos por su esmerado trato.
En aquellos tiempos el nacionalismo ya lo impregnaba todo, pero era de baja intensidad. A la burguesía catalana le venía bien alimentarlo para arrancarle privilegios para la región al gobierno. Los catalanes miraban por encima del hombro a los valencianos. El imbécil de Fuster les había hecho la pelota, porque con ello a los catalanes se les saca mucho. Rufián también, y algún que otro igual de golfo y todos consiguen vivir sin trabajar.
Pero aunque se sintieran superiores a los valencianos, no por ello perdían las formas ni los modales.
En la actualidad, toda esa educación se ha ido a pique. La imbecilidad latente del nacionalismo se ha impuesto. ¿Qué es eso de que por el simple hecho de haber nacido en Cataluña se creen superiores a los de otras regiones? ¿Qué es eso de dejarse engatusar por un despabilado como Fuster?
Los catalanista son groseros, faltones, insultantes, agresivos, descerebrados… Se puede hacer una larga de tipos en los que concurren todas estas taras a la vez. Todas. Tipos y tipas. El actual presidente de la Generalidad catalana es tan grosero y desvergonzado que sonrojaría a un obrero manual de los años setenta. Y los hay que lo superan de largo.
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