Durante bastante tiempo los españoles vivimos con el anhelo de gozar de un régimen democrático, como el de la mayoría de los países de nuestro entorno. No nos preocupamos al mismo tiempo por convertirnos en demócratas, lo cual todavía pasa factura en este segundo intento por vivir en democracia, pero esta es otra historia.
El caso es que a Putin, como a todo dictador, le agobia la idea de que los rusos que viven cerca de la frontera con Ucrania deseen disfrutar de la libertad que se goza fuera del comunismo y este núcleo de gente ansiosa de librarse del yugo se amplíe.
Puede inventar pretextos, con el fin de confundir a la opinión pública mundial, ayudado en este empeño por todas esas quintas columnas que, bajo diversas formas, tiene sembradas por el mundo. Pero todo el esfuerzo en ese sentido no le va a servir de nada, porque la brutalidad de su acción hace que su defensa resulte imposible.
Su fracaso al frente de la nación, puesto que no consigue relevancia alguna en ningún caso y su única fuerza reside en el botón nuclear, lo ha desquiciado por completo y ha dado un paso fatal.
Rusia no va ganar nada más que la desconfianza de todos los países. El triunfo sobre Ucrania, si finalmente se produce, le va a resultar estéril, y si algún país sale ganando algo de esto será China, pero teniendo en cuenta que ya nada volverá a ser igual.
La situación no tiene una salida airosa. El riesgo de que Putin, desesperado, apriete el botón nuclear es muy grande. Tampoco es probable que los demás dirigentes rusos, por muy fuerte que fuera su deseo de actuar del mismo, a la vista de los pros y los contras, les parezca adecuado haberla llevado a cabo. En el caso de que desapareciera Putin, su sucesor tendría muy difícil la tarea de devolver a Rusia a su situación anterior.
De modo que habrá que esperar a ver qué determinación toman los dirigentes comunistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario