El gusto por buscar paralelismos con la acción brutal de Putin, se ha puesto de moda, principalmente para poder confeccionar artículos y también, y quizá sobre todo, para enmascarar el desconcierto con que observan el asunto-
El caso es que no hay paralelismo posible, puesto que las motivaciones del actual presidente ruso son muy distintas de todos aquellos con los que lo comparan. Alguno, al que sin rubor alguno catalogan como genio, se sirve de un marco mental inapropiado y usa citas sacadas de contexto a modo de muleta en la que apoya el despropósito que ha escrito. El uso de marcos mentales es totalmente inapropiado para analizar cualquier asunto, pero si a la hora de presentar el resultado del análisis en sociedad se opta por servirse de alguno para simplificar el relato, es imprescindible que se ajuste a la realidad, que no sea una invención literaria del autor, porque en este caso todo lo dicho se desmorona.
Putin, acostumbrado a moverse por entre las entrañas del poder se encontró con un país, Rusia, al que se le había otorgado la democracia por sorpresa, sin que ni siquiera sus ciudadanos la hubieran soñado y, por tanto, con escasas, por no decir que ninguna, convicciones democráticas. Acostumbrados a obedecer los rusos, poco le costó transformar la democracia en dictadura, aunque formalmente fuera democracia.
Los problemas vienen después, porque una cosa es tener a la población y otra conseguir que la economía del país sea boyante. Esto ni lo pudo conseguir ni tampoco supo analizar los motivos del fracaso.
De ahí su angustia ante la creciente irrelevancia de Rusia en el panorama internacional, al tiempo que crece la importancia de China. Al no vislumbrar posibilidades de revertir la situación, ha optado por recurrir a la fuerza sin medir las consecuencias. Lo que ha hecho tendrá resultados catastróficos para Rusia, malos para China y fatales para Ucrania. En realidad, malo para todo el mundo. De ahí que ya sabe que desde que ordenó es el monstruo oficial en todas partes.
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