En su día se jugó el tipo defendiendo los negocios y los empleos de los madrileños. Ni siquiera tuvo el apoyo del partido, pero no se amedrentó, e hizo lo que pensaba que debía hacer. Otros tienen una calculadora en lugar de cerebro y fuente de envidia en lugar de corazón.
Gracias a ella, Madrid es el motor de España, y gracias a ese motor la economía nacional se sostiene. Si hubiera hecho como todos los demás, la mala situación económica habría hecho caer al gobierno. Y puesto que el agradecimiento es propio de espíritus elevados y el de Sánchez va a ras de suelo, sin poderse levantar ni un milímetro, lastrado por el enorme peso del rencor y la envidia, lo que hace éste es ponerle todas las trampas que puede, pero nunca busca el cuerpo a cuerpo, porque teme salir del caso hecho un guiñapo, y en lugar de eso le manda pigmeos morales. Uno de ellos, Felipe González, le ha dado algún pellizquito que monja, pero desde el parapeto.
Bien, puesto que el gobierno se está comportando de forma tan aberrante y traidora con los ciudadanos, a los que está causando graves perjuicios, ella ha levantado su voz para decirlo.
La democracia española, tan amenazada por quienes nunca han sido demócratas, como va quedando demostrado de forma palpable, se sostiene gracias a dos pilares. Uno es el Rey, que tiene que ser muy prudente, porque los enemigos de España están buscando el modo de derrocarlo, porque saben que mientras esté en su sitio la democracia está segura, y la presidenta de Madrid es el otro pilar, que sabe que cuenta con el respaldo de los madrileños, que no son tontos y la prefieren a ella antes que a cualquier otro político, y ella levanta la voz para protestar contra los desmanes de Sánchez, sabiendo que éste no se va a atrever a contestarle, para avisarlo de que está yendo demasiado lejos. Quizá Feijóo debiera darle paso a ella.
Esos libros míos
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