Ya cuando Sánchez formó gobierno en coalición con Podemos hubo quien vaticinó que no volveríamos a votar nunca. Se vio que los tiros iban por ahí cuando Iglesias dijo en el Congreso que el PP no volvería a gobernar. Nadie del PSOE protestó.
Sin embargo, el hecho de que las encuestas fueran favorables a Sánchez y que el podemita se fue con la música a otra parte, hizo posible que la amenaza se desvaneciera.
Los votantes no percibían el peligro que representa este gobierno, cosa que desde hace algún tiempo ocurre. Sánchez no está dispuesto a perder el sillón presidencial, y sabe que el tiempo corre en su contra. No tiene más remedio que dar un golpe de Estado para seguir gobernando. Es cobarde y como tal reacio a actuar con nobleza.
Por su parte, Feijóo hace cálculos. Si presenta o se suma a la moción de censura, los números no salen. La va a perder con toda seguridad. Tampoco es capaz de levantar pasiones entre los votantes, de infundir optimismo entre los españoles. En consecuencia, le pide a Sánchez que adelante las elecciones, como si eso sirviera para algo, como si su petición tuviera alguna posibilidad de ser atendida. Sólo adelantaría las elecciones si una encuesta hecha por una empresa seria le vaticinase una victoria suficiente para seguir gobernando.
Pero en PP hay gente capaz de entusiasmar a los españoles, capaz de hacer ver a los diputados socialistas que si no apoyan la moción su futuro es negro, porque quedarán como villanos ante los ciudadanos y pocas empresas estarán dispuestas a darles trabajo luego, cuando ya no tengan lugar en la política.
Porque el gobierno podría ganar la moción, pero luego tendría todo el país en contra. Eso no lo puede lograr Feijóo, pero hay gente en su partido que sí, y si no se aparta y le deja paso y deja que se consume la catástrofe que prepara Sánchez, pasará a la historia como un villano.
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