Un chiste de tiempos remotos: ¡Camarero, hay dos moscas en la sopa! ¿Y qué esperaba, que por lo que paga le pusieran dos patos?
Se quejan del lenguaje soez de Belarra. Y qué esperaban, ¿que una podemita tuviera educación?
Vayamos al Rufián, que dicen que tiene un programa, no sé si de radio o de televisión. En cualquier caso hay que tener el paladar de estraza o ser masoquista para seguirlo.
Se conoce que ha llevado a uno a su programa, al que se presume basto y malintencionado (¡este programa es de rojos y maricones y a quien no le guste que no lo vea! Ni un solo programa he visto yo), y ha dicho de él que es muy inteligente. Es que la inteligencia es lo mejor repartido que hay en el mundo, porque no hay nadie que no esté conforme con la que tiene, y los hay que se atreven a repartir credenciales sobre la materia.
Se le nota la inteligencia a este en su lenguaje corporal, en el modo de estar sentado en su escaño o en sus modales.
Volvamos a Belarra, que más o menos… Imaginemos aquel episodio entre El Gallo y Ortega y Gasset. ¿Y usted a qué se dedica? Supongamos que se lo pregunta a la podemita y que ésta le contesta en mal spanglish (¿es que hay algo que haga bien?): delivero groserías, a lo que el torero añadiría: y majaderías también.
Sólo un felón puede haber hecho que esta sea ministra. Y no es la única.
El ‘inteligente’ Rufián es un tipo que después de prometer cumplir y hacer cumplir la Constitución y lealtad al Rey, cuestiona la Ley Fundamental y la Monarquía. Sus privilegiadas neuronas no le alcanzan para entender que lo que consigue con eso es que todo el mundo se dé cuenta de que no se precia a sí mismo, no se respeta. Su comportamiento es el de un rufián, lo pongo con minúscula para que se entere.
Esos libros míos
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