Por mucho que las huestes sanchistas y sus supuestamente aliados, que, en realidad son cómplices, puesto que no tienen otra finalidad que hundir a España en la miseria, lean el Quijote, en el caso de que lo hagan, jamás podrán darse cuenta de que en sus páginas anida el alma española, que tan bien supo captar la sensibilidad de Cervantes. Esas sutilezas quedan fuera del alcance de la gente grosera.
Todo ese griterío que surge de las fuerzas gubernamentales va a ras de suelo, mientras que los ideales que sostienen a España desde su nacimiento vuelan alto y son invisibles para los necios.
No es casual que hubiera una leyenda negra contra España, con tan poco fundamento como mala intención. Ni que España ni siquiera se defendiera de ella, segura de su indestructibilidad. Podía sufrir daño, pero no sucumbir.
Tampoco es casual que las hordas comunistas quemaran iglesias y asesinaran religiosos. No los odiaban a ellos, sino que los veían como la representación de esas aspiraciones sublimes del pueblo español. Atacaban la naturaleza española, sin comprender jamás que mediante la violencia no lo van a conseguir.
Aunque hubieran logrado instaurar una dictadura comunista, el espíritu español habría seguido intacto, no habrían podido conseguir la conformidad del pueblo.
Eso es precisamente lo que le ha faltado a la Constitución. Que esté configurada en torno a un ideal, pero las cabezas dominantes del PSOE de aquel tiempo tampoco lo supieron comprender. En aquellos tiempos sí que había en PSOE personas capaces de entender este detalle, pero no tenían posibilidad de influir en los mandos, porque estaban en el tercer o cuarto escalón.
De modo que ahora, todas las amenazas, todo el juego sucio, todas las traiciones, todas las mentiras, tampoco servirán para que los enemigos de España logren sus objetivos. Porque eso que intentan hacer desaparecer, sin que lo puedan ver, ni sepan lo que es, también está en muchos de los que les votan.
Esos libros míos
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